jueves, 21 de mayo de 2009

La sopaipilla

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por Escorial
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Revuelca la sopaipilla antes de comer, vertiendo su aroma a una jauría de perros sedientos de algún vomito despachado por un mareado de bus sin avanzar…
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Estacado en un rizo pelo blondo que dispara risotadas banales, aspirando el sembrado aroma de fritura que todo traspasa.
El puelche hace su parte ofreciendo la fragancia según el hambre de tripas secas deseosas de encontrar el botín…
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Sin atributos que invoquen las miradas, me estaciono en tu semblante y te recorro a media luz. Acaricio tu pelo, y comienzo a bajar, llegando a tu seno y luego a tu sexo… sin el deseo de lo deseable que altera los sentidos, como una sopaipilla enterrada en medio del desierto alfombrado de hambrientos, saturados de riquezas incapaces de conquistar.
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Al cotejar la comodidad se comienzan a esfumar los olores… mi tripa da la batalla, pero se conforma, apaga la tele y cierra los ojos. El hambre no mata y puede esperar un par de horas… ofuscado por tamaño desinterés, me grito un rosario de espinas. Misteriosamente el amor oculto detrás de la indecencia causa efecto y la sopaipilla se vislumbra nuevamente. El olor es tenue ahora, lo suficiente en todo caso, para no olvidar que está por ahí… Como nido que vuela en su pájaro sin atarse a un lugar. ¿Por miedo a que el fuego lo consuma??? O tal vez, por la devoción que genera un ritmo que no se mantiene y es capaz de asombrar a su propio pulso de corazón de mariposa que con sus alas arrea la evocación de una madre-amiga, que en distintos momentos se dirigen a la misma esencia de sopaipilla, génesis de un sueño hambriento anunciador:
La idea sin belleza no es poesía…
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