Día Internacional del Trabajador

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Es imposible hablar del Día del Trabajador sin recordar –someramente– la Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII.
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Cuando recordamos el pasado de algunos derechos sociales, siempre tendemos a “demonizar" la Revolución Industrial, culpándola de explotación y condiciones infrahumanas para los obreros. La verdad no es tan absoluta como pudiera pensarse y si otorgamos espacio al escepticismo, descubriremos o recordaremos que antes de este período, existió la Edad Media. En esta etapa de la Humanidad, las mujeres, niños y hombres, trabajaban durante largas jornadas y en condiciones pobres, arriesgadas e higiénicamente deplorables. En términos higiénicos la población era más espiritual que preocupada de lo material en su aseo corporal, lo que tuvo como consecuencias una gran mortandad de la población medieval; derivada de pestes y enfermedades.
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La Revolución Industrial trajo consigo una serie de importantes transformaciones económicas, sociales y culturales en la Historia de la Humanidad. Comienza el éxodo de grandes cantidades de campesinos y extranjeros, supliendo su falta de trabajo agrícola o manual por el apatronamiento en las industrias textiles, metalúrgicas y posteriomente en el naciente ferrocarril…
La antigua vida de subsistencia da paso al progreso a través del empleo y, eventualmente, permite acceder a una mejor alimentación, vestuario y alojamiento; crear riqueza y educar a los hijos en vez de obligarlos al trabajo; como muy bien podría reflejar la denuncia en Chile (aún en 1904) de Baldomero Lillo en “La compuerta número doce” (Subterra).
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No obstante los avances y comparando las condiciones de la Edad Media, para el advenimiento del año 1886 en Estados Unidos, la situación social no había variado mucho para la gran masa obrera: “mujeres, niños y hombres, trabajaban durante largas jornadas y en condiciones pobres, higiénicamente deplorables, sin medidas de seguridad ni previsión social. Los burgueses, ambicionaban el máximo beneficio a costa del proletariado que no tenía ningún derecho, debido a la inexistencia de leyes que regularan su situación: estaban sometidos a la explotación del sistema capitalista".

Básicamente, es en este ambiente que el 1 de mayo, se detona la huelga, que reivindicaba la jornada de ocho horas laborales: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.
Fueron más de cinco mil las fábricas paralizadas de costa a costa y cerca de 340.000 los obreros que se manifestaron, reclamando por las 12, 14 o 18 horas laborales diarias.
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La violencia que tiñe de sangre este proceso, se habría iniciado el día 3 de mayo en Chicago, ciudad que reunía las peores condiciones laborales del país. Seis mil obreros se enfrentaron con la policía, con un saldo de seis muertos y 50 heridos. Al día siguiente, se llamó a una movilización de carácter anarquista y socialista, conocida como el mitin o revuelta de Haymarket, con tres mil personas manifestándose contra los hechos del día anterior. De la multitud, surge una bomba que mata a un policía y deja a varios más heridos, la respuesta represiva inicial fue la masacre: 38 muertos y 115 heridos. Se decretó el estado de sitio y la represión estatal se extendió a todo Chicago y bajo el toque de queda, se detuvo a cientos de dirigentes y trabajadores, otros miles de personas, también, fueron detenidas. Como método para intimidar al floreciente anarquismo, un grupo de periodistas fueron culpados por la bomba y condenados a cadena perpetua, trabajos forzados o a morir en la horca.
Adolf Fischer, es un periodista de nacionalidad alemana y a sus 30 años se le condenó a la horca:
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"Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno... pero si he de ser ahorcado por profesar mis ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente. Lo digo bien alto: dispongan de mi vida." (Wikipedia)
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El valor demostrado por los obreros y mártires de Chicago no quedó en el olvido de la Historia, es por eso que desde 1889 y hasta la fecha, los trabajadores del todo el mundo, hacen suyo el “uno de mayo” (primero, está mal dicho) como el Día del Trabajador.
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Chile, perfectamente podría tener su “Día Nacional del Trabajador”, considerando –entre muchas otras– la masacre de ciento noventa y cinco a tres mil (según la fuente) hombres, mujeres y niños en la Escuela Santa María. Los hechos se derivan de la huelga por las míseras condiciones de trabajo y explotación de los trabajadores del salitre que, ante lo infructuoso de sus acciones, deciden bajar al puerto de Iquique, siendo reprimidos, perdón, ametrallados por las Fuerzas Armadas del presidente Pedro Montt. Esto sucedió un 21 de diciembre del año 1907.
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Posteriormente, el primer día del trabajo, conmemorado en Chile, se remonta al año 1931 que es el mismo año en que se refundieron las leyes dispersas y se crea el primer Código del Trabajo.
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Pero, todo lo anterior es parte de la Historia y en la actualidad, se reconoce a los valientes luchadores, las conquistas de derechos sociales y que el trabajo dignifica a quien lo realiza.

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Paradojalmente, hoy se conmemoró un nuevo Día Internacional del Trabajador, con el peso de las estadísticas entre enero y marzo del I.N.E. que, sitúa al país con los peores índices de desempleo en cinco años: 9.2 %.

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J. Cabezas G.

Administrador V.C.L.

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